“Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos Y siento más tu muerte que mi vida”.
Miguel Hernández.
Así es, un manotazo fuerte, que no inesperado, pero sí anunciado desde hace un mes, nos arrebata a un ser humano entrañable, mi jefe desde hace 12 años y mi gran amigo por más de 30 años.
Duele, al recibir la noticia, recordar cuando nos conocimos, siendo yo una joven de 22 años, recién egresada de la licenciatura en Periodismo y Comunicación, en Duluth, en una cabaña humilde pero llena de luz y de vida, por el gran amor de pareja entre Ronnie y Rose y su gran compromiso revolucionario. Allí arribé por intermedio de Shannon Raintree, una amiga gringa a quien conocí en la Nicaragua sandinista y quien me invitó a viajar a Minneapolis pintando juntas una casa para pagar mis gastos.
Shannon, ya con la casa mal pintada por mí y super bien pintada por ella -lo que permitió pagar mi pasaje- me llevó en su auto al norte a conocer a una gran pareja que fue emblemática en mi vida Ronnie y Rose. Él escribía todo el tiempo preparándose para ser el gran revolucionario y activista y ella, en un pacto amoroso de una pareja ejemplar, trabajaba de mesera en un spa de lujo de Duluth, para mantenerlos y apoyar a la formación del gran líder en el que se convirtió Ronnie Cummins, mi jefe, mi amigo, mi mentor.
Cuando Ronnie asumió los gastos del hogar y empezó a conformar equipos para luchar por una revolución agraria regenerativa y orgánica, Rose pudo estudiar, tal y como se plantearon durante su relación.
Años después de estar en Duluth, un 8 de marzo en Nicaragua, todavía revolucionaria, pero ya empezando a descomponerse por la ambición de Ortega y su mujer, viajé nuevamente a Nicaragua para participar en un congreso de mujeres, Y cuál no fue mi sorpresa de encontrar a Ronnie en un evento cultural en el centro de Managua.
A partir de ahí nos veíamos en la Ciudad de México (entonces Distrito Federal) cuando venían de visita donde conocieron a mi hija Mariana bebé (quien ahora también trabaja en Vía Orgánica).
Luego Ronnie me invitó a tomar las fotos para un libro precioso: Los niños en Cuba, donde él escribió el texto y yo tomé las gráficas. Los tiempos, la distancia nos alejaron, pero nunca dejé de buscarlos sin suerte. Fue hasta que inició el facebook cuando los busqué y encontré y cuál no fue mi sorpresa al saber que vivían en San Miguel de Allende Guanajuato, en un rancho orgánico. Localicé a Ronnie y me invitó a visitarlos.
Yo en ese entonces trabajaba en un organismo autónomo plagado de corrupción e ignorancia de los comisionados, harta y empezando a buscar otro trabajo, cuando Ronnie, generoso, visionario, me ofreció irme a trabajar con ellos para fundar las oficinas de Vía Orgánica en la CDMX. Acepté cobrando una cuarta parte de mi sueldo anterior, pero ganando en calidad de vida y ahí estuve durante más de 12 años colaborando con Ronnie, construyendo una red nacional e internacional en defensa de los maíces nativos, la agricultura campesina, el proyecto billón de agaves de impulsando la red Regeneration International con grandes personalidades como Ronnie en la cabeza.
Ronnie fue, aparte de una persona generosa, plena, amante de la vida, compositor, revolucionario, un gran tejedor de sueños por los bienes comunes. Siempre nos conminaba a construir redes, sumar a la gente, defender a las y los jóvenes y apoyarles, porque como nos decía, daban su vida y no recibían nada a cambio.
Hoy Ronnie se fue y nos deja en un gran desamparo, tristeza y un gran vacío. Pero su luz siempre creciente, desafiando a Monsanto, denunciando las redes de corrupción, buscando nuevos proyectos revolucionarios, regenerativos y orgánicos nos sigue alumbrando.
Monsanto, Syngenta, Dow Agrosciences y toda una serie de monstruos transnacionales amantes de la muerte y del dinero estarán de plácemes. Pero seremos más quienes sigamos el legado y el ejemplo que nos dio Ronnie, que sigue presente en nuestra memoria y a quien tenemos que honrar en la lucha, en la batalla diaria y en la defensa de la vida plena, luminosa, y comunitaria.
Ronnie, siempre recordaré tus margaritas diabólicas, tu gran solidaridad, tu sonrisa, tu voz cantando “A working class hero” y el gran amor que nos dejaste. Viva Ronnie, Viva la vida.
Rose seguirá sin duda fortaleciendo y enriqueciendo su legado. Abrazos fuertes y todo mi amor en este proceso tan difícil.
Como decía el querido Ronnie: “Hasta la victoria siempre”.
Mercedes López Martínez.